Freddy Ortiz Regis
Memorias de un abogado al presentar una queja verbal ante la Odecma-La Libertad

Estas memorias fueron publicadas el 9 de enero de 2015. Vuelvo a publicarlas en la nueva
web del Estudio Jurídico Ortiz Regis porque a pesar del tiempo transcurrido la situación poco o nada ha cambiado...
Antecedentes de la queja
Con fecha 3 de julio de 2014 el cuarto juzgado de familia de Trujillo concedió el recurso de apelación que interpuso la parte demandada ―Proceso de Violencia Familiar-Alimentos, Exp. N° 03139-2008-0-1601-JR-FP-01― contra el auto que APRUEBA la liquidación de pensiones alimenticias devengadas por la suma de S/.16,912.02. Desde esa fecha hasta la fecha de hoy (9 de enero de 2015) dicho recurso de apelación (que ha sido interpuesto con evidente propósito dilatorio) no ha sido resuelto por la tercera sala civil de la corte superior de justicia de Trujillo a pesar de los constantes requerimientos realizados por este servidor para que se aplique el principio de celeridad procesal que informa el proceso en nuestro ordenamiento jurídico.
La crisis del poder judicial
Uno de los más graves retos que tenemos que enfrentar los abogados en nuestro país es el de la transparencia del poder judicial. Tengo ya 11 años de ejercicio profesional y es la segunda vez que he interpuesto una queja ante el órgano de control de la magistratura (OCMA) por el mal funcionamiento de un órgano jurisdiccional. La primera vez fue en el distrito judicial de Lambayeque, y en esta segunda oportunidad, en el distrito judicial de La Libertad.
La administración de justicia es uno de los pilares de nuestra sociedad y de nuestro sistema democrático de derecho. Cuando hablamos de democracia debemos hacerlo en términos que expresen la capacidad de la organización social y estatal para generar condiciones de paz, bienestar, felicidad y justicia entre quienes componemos este cuerpo social llamado Perú.
Lamentablemente, esta capacidad de la sociedad y del estado se ve debilitada por el accionar de fuerzas y corrientes orientadas a frustrar el proyecto social de desarrollo y paz de nuestro país. Son muchas las causas que confluyen en este debilitamiento y en la frustración de nuestro proyecto de desarrollo, y éstas van desde ancestrales taras de desidia, pereza y falta de compromiso hasta comprometidos lazos con la corrupción y la inmoralidad, pasando también por la falta de competitividad y profesionalismo de muchos magistrados y auxiliares de justicia.
Estudios sobre la reforma de la administración de justicia en nuestro país y en América Latina se han hecho hasta la saciedad. Basta hacer una búsqueda en Google con los términos “reforma de la administración de justicia” para encontrar miles de referencias a congresos, talleres, simposios, investigaciones y toda clase de eventos enfocados en encontrar una salida a la crisis de nuestro sistema judicial.
Las incidencias
Después de haber realizado esta breve introducción con los antecedentes del reclamo y sobre la crisis de nuestro sistema de justicia paso a narrar los hechos ocurridos durante la tramitación de mi queja ante la Oficina de Control de la Magistratura – Sede La Libertad.
Debido a que es la primera vez que interpongo un reclamo en la ODECMA-La Libertad tuve que buscar dónde se encontraban las oficinas de esta institución en el seno del novísimo complejo administrativo de Natasha. No es fácil encontrar la oficina del área de queja verbal de la ODECMA. Así, después de subir y bajar escaleras e ir de un piso a otro, preguntando y recibiendo indicaciones contradictorias, logré dar con la oficina de quejas verbales que se encuentra en el primer piso.
Mientras todas las oficinas y juzgados que se concentran en este enorme complejo cuentan con un letrero en la puerta que indica con claridad el nombre de la dependencia, en el caso del área de quejas verbales de la ODECMA no existe un letrero. En vez de ello se observa una imagen de Papá Noel en la puerta con un letrero que dice: “Merry Christmas”.
Tuve que esperar en la puerta mientras la funcionaria atendía a un par de usuarios judiciales que estaban presentando un reclamo porque desde hacía varios meses no se elevaba un expediente a la corte suprema de justicia que tiene su sede en Lima. Durante los veinte minutos que tuve que esperar de pie para que me atienda, la referida trabajadora (en adelante la funcionaria) y que aparenta tener entre cuarenta y cincuenta años, se esforzaba por dejar en la mente de sus interlocutores la imagen de ser una funcionaria proba, dedicada y comprometida con el cambio de la imagen del poder judicial.
― Son los usuarios quienes tienen que poner de su parte para cambiar la imagen del poder judicial. Si ustedes no hacen nada, no se ponen la camiseta, entonces nunca cambiará el concepto que la gente se ha formado de nosotros ―decía.
Y mientras decía eso y otras cosas más sobre la importancia del cambio de imagen del poder judicial mis ojos recorrían centímetro a centímetro la oficina en la que ―desde ahí― se esforzaba por el cambio de este poder del estado: No era una oficina grande. Apenas si entran en ella dos escritorios y una vitrina que hace la función de pequeña biblioteca. En el primer escritorio, el de la entrada, están apilados archivos y documentos empastados, y en el segundo escritorio se encuentra la referida funcionaria con una PC y una impresora láser. A su lado está la vitrina que funge de biblioteca, y encima de este mueble, la funcionaria ha colocado fotografías de su familia, adornos de Navidad y una imagen de la Virgen de la Puerta de Otusco a la que le ha puesto una vela que arde devotamente. Las paredes están adornadas con motivos navideños y también hay un almanaque del nuevo año con la imagen de la virgen María. No está demás decir que la funcionaria no usa un lapicero normal como el que todo funcionario del estado debe usar sino que usa un bolígrafo que tiene en un extremo la forma de un duendecillo o algo por estilo.
Después de terminar de atender a las dos personas que me antecedieron le pregunté si podía pasar, a lo que me respondió positivamente. Cuando le expliqué en detalle el motivo de mi queja consultó en la PC y confirmó que desde setiembre de 2014 estaba para resolverse la apelación interpuesta por la parte demandada. Inmediatamente abrió un file manual para asentar mi reclamo y me hizo llenar una ficha que parece no haber sido actualizada desde hace mucho tiempo pues está plagada de indefiniciones y ambigüedades. Se nota que este documento no ha sido confeccionado técnicamente ni con un criterio de claridad y precisión.
― No, esto no se llena. No, esto lo lleno yo. No, esto se deja en blanco ― me decía mientras trataba de orientarme en el llenado de dicho formulario.
Una vez que a duras penas logré completar el formulario y firmarlo, la funcionaria hizo una llamada telefónica a la tercera sala civil quejada poniéndola al tanto de mi reclamo. Luego me pidió que saque una fotocopia de mi carné de colegio de abogados, por lo que tuve que retirarme de la oficina y salir a buscar un lugar donde sacar la fotocopia.
Cuando retorné con la copia de mi carné la funcionaria me dijo que debía esperar fuera de la oficina hasta que le devuelvan la llamada que había hecho a la tercera sala civil quejada. Tuve que salir de la oficina, y llamó a las personas que estaban ―como antes estaba yo― esperando también ser atendidas.
Mientras esperaba fuera de la oficina a que le devuelvan la llamada a la funcionaria de la ODECMA aproveché para hacer unas llamadas a algunos clientes. De repente veo salir a la funcionaria de su oficina y mientras yo hablaba por mi celular escuché que me dijo algo, pero no pude reconocer qué era lo que me había dicho por estar atendiendo la llamada telefónica.
Cuando terminé de hablar por teléfono vi que la funcionaria estaba fuera de su oficina conversando con dos funcionarias más pertenecientes a otras dependencias. Me acerqué y le pregunté qué me había dicho, respondiéndome:
― ¿Qué? ¿No me ha escuchado?
― Disculpe, estaba atendiendo el teléfono ―le respondí.
― En una semana van a resolver la apelación ―me dijo, y continuó su charla con las otras dos funcionarias.
― ¿Y si en una semana no resuelve, tendré que retornar nuevamente? ―le pregunté.
Pero recibí como respuesta una mirada dura e impaciente, de alguien que está siendo importunada por asuntos triviales…
No me sentí conforme con su actitud. Pero como he sido criado en la creencia en la buena fe de las personas me retiré de su presencia. Salí del complejo de Natasha y abordé un taxi de regreso a mi oficina. Pero el malestar por el trato recibido me dominaba más y más, por lo que opté por pedirle al señor taxista que me retorne nuevamente a la sede judicial.
Cuando llegué a la oficina de la funcionaria ella estaba sola. Ingresé y le dije:
― Señorita, quiero que sepa que para venir a presentar mi queja no solo he dedicado toda la mañana sino que además he realizado gastos para transportarme hasta aquí. Además usted me ha hecho llenar un formulario y me ha pedido una copia de mi carné de abogado. Y todo ¿para qué? Para que usted me diga que “en una semana van a resolver”?
Ella hizo un rictus de sorpresa en su rostro y me preguntó con mucha frialdad:
― ¿Y qué es lo que quiere?
― Quiero que la queja que he presentado amerite una sanción para el auxiliar o el magistrado encargado de su tramitación. Después de medio año de no resolver un recurso ¿la única reacción de su despacho es: “en una semana van a resolver”?..
― Señor, usted ha presentado un reclamo, y el reclamo no amerita sanción ―me respondió con la mayor desfachatez.
No podía creer cómo una persona podía ser tan contradictoria entre las formas externas y su fuero interno en el trato de los usuarios, pues la imagen que transmite su despacho es la de ser una funcionaria consagrada más a las cosas espirituales que a los asuntos públicos.
Desilusionado por esta actitud de la funcionaria le pedí que al menos me extendiera una constancia que pruebe que he venido a asentar una queja verbal.
― No le puedo dar porque el sistema no me lo permite ―me respondió tajantemente.
― Lo que sí le puedo dar es el número del reclamo ―añadió.
Y dicho y hecho escribió el número de mi reclamo en un viejo cuaderno, que tenía como etiqueta el siguiente texto: “Reclamos 2013”. Luego lo volvió a escribir en un papelito y me lo entregó: 42-482260, anexo 23619.
Salí nuevamente de su oficina dominado por la frustración y la rabia. ¿Cómo podía funcionar una oficina de control de un poder del estado en esas condiciones? ¿Qué clase de organización es la que se ha diseñado que no permite que el usuario pueda obtener del sistema informático una copia impresa de una queja?
Sabía que esta funcionaria debería tener un superior jerárquico. Me armé de valor y comencé a buscar en el enorme complejo de Natasha por otras oficinas de la ODECMA-La Libertad. Encontré una en el segundo piso y ahí una secretaria me dijo que el Jefe de la ODECMA-La Libertad era un magistrado de la primera sala pero que era muy difícil tener una audiencia con él. Sin embargo, me recomendó que me dirigiera a la oficina del señor Pedro Pablo Angulo de Pina, representante de la sociedad civil del Colegio de Abogados de La Libertad.
Logré ubicarlo y me recibió muy cortésmente. Le expliqué todos los pormenores de mi reclamo y de la necesidad que tenía de contar con una constancia impresa del sistema informático que me permita probar haber presentado una queja. “La ODECMA, señor Angulo, está para controlar a los magistrados y no para ser una caja de resonancia de ellos”, le dije finalmente.
El señor Angulo después de escucharme comenzó a explicarme como “funciona” el procedimiento de reclamos y quejas verbales.
― Después de cuarenta y ocho horas usted tiene todo el derecho de solicitar una copia de su reclamo vía la legislación que regula el derecho a la información pública ―me dijo.
Y es así cómo sucedieron las cosas en esta mi primera experiencia presentando una queja verbal en la ODECMA-La Libertad. Voy a esperar las cuarenta y ocho horas, y el miércoles 14 de enero estaré yendo nuevamente a pedir que me entreguen una simple constancia de mi queja.
Epílogo
Muchas veces en la vida es suficiente con pisar la cola de algún animal para conocer de qué está hecho. Hoy he dedicado casi toda la mañana para averiguar cómo funciona esta dependencia del estado llamada Oficina de Control de la Magistratura (OCMA).
Ha bastado la presentación de un simple reclamo para adentrarme en la entraña de una entidad que evidencia serias falencias no solo en su organización sino también en la calidad de sus recursos humanos.
Una visita a la página web de la OCMA también deja mucho qué desear. Ni siquiera hay un teléfono o un e-mail para hacer una consulta. Sin embargo se aprecia el anhelo de sus dirigentes nacionales de mejorar y brindar un mejor de servicio en el ámbito de las altas funciones que el estado le ha encargado ejercer.
También se advierte en la web un servicio de quejas online. ¿Cómo funcionará? No lo sé. Intentaré, cuando se presente la oportunidad, usar ese servicio para averiguar si funciona realmente o no. Pero me pregunto: ¿Si el sistema informático de la ODECMA-La Libertad no puede otorgar en el acto una simple constancia impresa de una queja o reclamo, entonces cómo va a funcionar eficazmente una queja online?
Creo que la OCMA debería hacer una evaluación a su personal a nivel nacional a fin de que internalice la necesidad de contar con funcionarios y servidores que estén realmente comprometidos con la cosa pública y no con asuntos extrafuncionales que desmerecen el concepto que los usuarios del poder judicial tenemos de éste como un servicio de la más alta calidad y responsabilidad.
Los abogados honestos, los que estamos en contra de cualquier acto de corrupción; los abogados que estamos enfocados en la aplicación de la ley y solamente la ley, vemos en la OCMA el último reducto de nuestra lucha por la transparencia y la honestidad en el poder judicial. Pero cuán defraudados nos sentimos cuando la institución que en esencia es la llamada a controlar a este poder del estado adolece de falta de mística y de compromiso real con su misión y visión. Del buen funcionamiento de la OCMA depende nuestro prestigio pues nuestros clientes al ver las injusticias que se producen en el poder judicial a través de fallos inmotivados, colusiones con las partes y la corrupción descarada, nos atribuyen complicidad o traición a sus intereses.
La democracia no es un ideal. La democracia no es el derecho de ir a votar y elegir autoridades cada cierto tiempo. La democracia tampoco es lo que se expresa en palabras vacías y sin sentido como “el gobierno del pueblo y para el pueblo”. La democracia se resume en una sola palabra: ¡CONTROL! Y el control no es llenar una agenda de conferencias (magistrales o no), talleres, congresos o ferias. El control implica el compromiso de todos y cada uno de los funcionarios de la institución con lo más sagrado que es: la verdad y la justicia.
Si el estado y la sociedad no pueden controlarse entonces la democracia es un engaño; una estafa.